MATZA Edgelands Cúcuta

MATZA Edgelands Cúcuta

En un mundo globalizado en plena agitación que se enfrenta a flujos demográficos masivos, la seguridad se ha convertido en una cuestión central. Los Estados y las ciudades responden a ella, sobre todo mediante la vigilancia digital de sus ciudadanos. Al mismo tiempo, una urbanización masiva ejerce presión sobre los grandes centros urbanos y pone de manifiesto las crecientes desigualdades sociales y espaciales, aceleradas por las dificultades de las ciudades para adaptarse e integrar su desarrollo informal. Cuando la vigilancia digital se percibe como una herramienta de protección para unos, aparece como una forma de exclusión y represión para otros.

En este contexto, el control y la vigilancia aparecen como soluciones, pero también tienen efectos perversos. Cuando las ciudades o los países fijan normas con restricciones masivas en sus fronteras, los migrantes se ven en una situación aún más peligrosa y precaria y se ven obligados a recurrir a la ilegalidad. Al tratar de aportar más seguridad, estas medidas a menudo fomentan el tráfico de personas y aumentan la precariedad de los migrantes.

Cúcuta es una ciudad de tamaño medio del norte de Colombia por la que diariamente cruzan la frontera miles de migrantes venezolanos. Estas personas tienen que afrontar permanentemente el peligro, adaptarse y buscar un lugar seguro y recursos económicos para volver a una situación habitable. Al mismo tiempo, los migrantes internos también llegan a la ciudad desde otras partes de Colombia para escapar de las tensiones políticas que pueden producirse en las zonas rurales.

Estos flujos de recién llegados se ven relegados en su mayoría a asentamientos informales que contribuyen a crear situaciones precarias en las zonas urbanas periféricas. Las fronteras políticas, sociales y espaciales de la ciudad cambian constantemente. Esto supone un reto para el municipio de Cúcuta a la hora de definir el límite de su responsabilidad, pero también para la ciudad y sus habitantes a la hora de definir su propia identidad como ciudadanos y parte de una entidad común.

MATZA EDGELANDS CÚCUTA es una iniciativa artística que invitó a artistas a reflexionar sobre nuevas formas de contrato social en contextos fronterizos. ¿Qué significa "seguridad" para la población que vive en esas zonas? A través de una mirada atenta a estas cuestiones en Cúcuta, el Instituto Edgelands y MATZA pudieron comprender mejor los efectos de la digitalización y la tecnología sobre el contrato social en la contemporaneidad.

Líneas borrosas

Residencia: Del 22 al 31 de julio de 2022

Exposición: 30 de julio

Localización: Cúcuta, Colombia

Tras la iniciativa MATZA EDGELANDS, BLURRED LINES es el segundo proyecto del Instituto Edgelands en colaboración con MATZA. Frente al refuerzo mundial de las vallas, las fronteras y la vigilancia, ¿qué podemos aprender de la ciudad de Cúcuta, que se mueve a gran velocidad? Entre la necesidad de garantizar la seguridad de sus propios ciudadanos y la de acoger a los recién llegados, ¿cómo pueden surgir nuevos equilibrios para el contrato social en Cúcuta a partir de las LÍNEAS BORROSAS de sus límites urbanos? Estas preguntas inspiraron a los participantes a entablar debates sobre los temas de la seguridad, la tecnología, la digitalización y la construcción de la comunidad en un contexto de migrantes y refugiados.

BLURRED LINES fue un proceso de exploración y experimentación de 10 días con seis artistas internacionales. Comisariados por Séverin Guelpa y Anja Wyden Guelpa, los artistas se reunieron en la Fundación Centro Cultural El Pilar, donde vivieron, trabajaron y compartieron.

Yann Gross (CH), Syowia Kyambi (KEN), Vanessa Lacaille (CH), Ronald Pizzoferrato (VEN), Adrian Preciado (VEN) y Santiago Vélez (CO) fueron invitados a explorar cómo surge la confianza entre las borrosas líneas de las ciudades y cómo afecta a su contrato social. Además de centrarse en las fronteras físicas de Cúcuta, el grupo se familiarizó con la población local durante la residencia, lo que les permitió profundizar en sus reflexiones y ampliar sus horizontes a las fronteras simbólicas y afectivas que también crean y mantienen el contrato social.

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