Antaño famosa por sus altos índices de delincuencia en los años 80 y 90, Medellín se ha transformado en un ejemplo destacado de innovación social y desarrollo urbano, cosechando reconocimiento internacional y prestigiosos galardones, entre ellos el Lee Kuan Yew World City Prize. Este notable cambio ha convertido a la ciudad en un destino atractivo para visitantes, inversores y gobiernos del Sur.
Foto Reiseuhu para UNSPLASH
Medellín es un referente mundial en cuanto a transformación social. Considerada una de las ciudades más inseguras del mundo en los años 80 y 90, se ha convertido en una de las urbes más innovadoras de América Latina, lo que le ha valido una serie de reconocimientos y premios como el Lee Kuan Yew World City Prize (reconocido como el "Premio Nobel" del desarrollo urbano), convirtiendo a la ciudad en un lugar de interés para visitantes, inversores y gobiernos locales del Sur Global.
Los cambios que ha experimentado la ciudad son el resultado de una suma de esfuerzos y confluencias de diferentes factores en los ámbitos público, privado y académico, que han hecho posible la puesta en marcha de proyectos y programas orientados a la regeneración urbana y social.
Los procesos de seguridad y convivencia han sido uno de los ejes de transformación más significativos de la ciudad. El enfoque de la Administración Local en lo que va corrido del siglo ha variado de acuerdo con los retos y avances tecnológicos disponibles, junto con un proceso de transformación y sofisticación de las estructuras criminales presentes en la ciudad y la región. Se ha consolidado un alto nivel de inversión en infraestructura para fortalecer la presencia institucional en zonas con altos índices de violencia y pobreza, junto con el desarrollo de programas sociales y culturales para atender los problemas de convivencia, acompañados de políticas enfocadas al fortalecimiento de las tecnologías de seguridad y vigilancia. Esto ha llevado a que la ciudad cuente con procesos sostenidos para el mejoramiento de los centros de información y datos para la seguridad y la convivencia (como el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia -SISC- y el SIES-M).
Es la segunda ciudad más poblada del país, después de la capital Bogotá DC, con un total de 2.612.958 habitantes y algo más de cuatro millones en su área metropolitana. Tiene un PIB per cápita anual de aproximadamente 4.000 dólares, que contribuye en un 7% al producto interior bruto nacional, lo que la convierte en la segunda ciudad más importante del país en términos económicos.
Su relevancia en el panorama nacional se consolidó a principios del siglo XX debido al crecimiento económico derivado del auge de las industrias textiles. Como ocurrió en otros sectores con la apertura al mercado global, la falta de competitividad y la alta especialización hicieron inviable el mantenimiento del sector textil en el país. A la crisis económica derivada de la globalización se sumó el fenómeno del narcotráfico en los años ochenta, un negocio ilícito con un alto nivel de rentabilidad que provocó un aumento de la violencia (homicidios, secuestros, atentados terroristas) nunca antes experimentado en la ciudad.
A mediados de la década de los noventa, el gobierno nacional y las agencias de cooperación internacional, junto con diversos actores sociales y políticos de la ciudad, comenzaron a abordar este escenario con acciones que se desarrollaron en los procesos sociales de la ciudad y que posteriormente fueron escaladas por las administraciones locales, en colaboración con el sector social, el sector privado y la academia. La transformación del escenario corresponde a acciones colectivas que consolidan clusters empresariales, permitiendo el fortalecimiento económico en sectores como energía, construcción, industrial y textil, y tecnología. Se han desarrollado políticas para integrar a los sectores marginados de la ciudad a través de sistemas de transporte público, descentralización de los servicios de seguridad y procuración de justicia, inversión en el mejoramiento de la infraestructura educativa y social, y proyectos de mejoramiento de vivienda y urbanismo social.
Recientemente, la ciudad le apuesta a seguir desarrollando una economía enfocada en la tecnología, por lo que en 2021 se convierte en Distrito Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación de Colombia, lo que le da facultades para definir Zonas de Tratamiento Especial para fortalecer y facilitar todo tipo de actividades enfocadas en Ciencia, Tecnología e Innovación, potenciando sectores y buscando renovación urbana, alta accesibilidad, conectividad y reindustrialización.
La ciudad fue reconocida mundialmente por el dominio de los carteles de la droga, especialmente el Cartel de Medellín. Esta organización violenta ha mutado en estructuras ligadas a procesos de crimen organizado estructurados en "Combos", que en su mayoría están conformados por hombres jóvenes de barrios periféricos que ejercen control territorial en barrios de ingresos medios y bajos.
Se estima que existen entre 350 y 400 "Combos" en la ciudad, que controlan el narcotráfico, la extorsión y otras actividades delictivas. Parte de la eficacia del negocio depende de su legitimidad y control en los territorios donde delinquen, por lo que se convierten en "cuidadores" o "vigilantes" de las zonas a través de mecanismos alternativos al Estado. Su presencia en los territorios los convierte en proveedores de protección, vigilancia y resolución de conflictos y mediación entre los habitantes de la zona, entre otros servicios, lo que contribuye a aumentar su poder y control social.
Desde 2010, Medellín ha invertido fuertemente en tecnologías de seguridad, lo que ha posicionado a la ciudad como la segunda con más cámaras de vigilancia del país después de Bogotá, y le ha permitido crear un robusto sistema integrado de tecnologías. El enfoque tecnológico de la seguridad en la ciudad se ha convertido en una estrategia con altos réditos políticos para los gobiernos. Estas estrategias incluyen la dotación tecnológica de un helicóptero, el uso de drones, el sistema inteligente de monitoreo móvil integral (comúnmente conocido como Robocop), y los esfuerzos que se han hecho para convertir a Medellín en la primera ciudad del país en utilizar tecnologías de reconocimiento facial.
En las conversaciones e investigaciones que el Instituto ha desarrollado desde 2021, ha señalado que la tecnología es una herramienta que siempre debe ir acompañada de una estrategia que pondere sus pros y contras: no es una solución en sí misma para los problemas de seguridad. Por ello, es relevante cuestionar y elevar la conversación sobre el papel de las tecnologías y su impacto real en los indicadores de seguridad y, sobre todo, abrir espacios de participación y conversación con la ciudadanía para informar de manera transparente sobre sus limitaciones y posibilidades reales.