El mes pasado, en el Museo Internacional de la Cruz Roja de Ginebra, los dos primeros fotógrafos implicados en esta aventura vinieron a presentar sus trabajos. Este debate nos permitió descubrir dos enfoques muy diferentes, pero también evocar la especificidad del medio de la fotografía en la investigación.
Omnipresente, la vigilancia digital se cuela en todos los rincones de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, es difícil tomar conciencia de ello. Aparte de las cámaras que ahora cubren el espacio urbano, la implantación de estas tecnologías es difícil de percibir. A menudo virtuales, estas herramientas crean una sombra digital invisible y silenciosa a nuestro alrededor. Para arrojar luz sobre esta realidad, el Instituto Edgelands utiliza la investigación académica combinada con la participación comunitaria, el arte y el trabajo de los fotógrafos de la renombrada agencia Magnum. En las distintas ciudades laboratorio donde Edgelands está llevando a cabo estas observaciones, los fotógrafos de Magnum acuden durante una "residencia" de diez días para arrojar su mirada personal sobre la percepción de la seguridad digital. Ayudan a crear perspectivas visuales que aportan nuevos puntos de entrada y debate para enriquecer la investigación. Cada uno de estos fotógrafos aporta una forma diferente de mirar y pensar sobre el tema. La fotografía se convierte así en reveladora de una realidad demasiado a menudo invisible.
El mes pasado, en el Museo Internacional de la Cruz Roja de Ginebra, los dos primeros fotógrafos implicados en esta aventura vinieron a presentar su trabajo: Peter van Atgmael, que cubrió Medellín (Colombia) la primavera pasada, y Thomas Dworzak, que trabajó recientemente sobre Ginebra. Este debate permitió descubrir dos enfoques muy diferentes, pero también evocar la especificidad del medio fotográfico en la investigación realizada por Edgelands. En primer lugar, se señaló que la fotografía documental es un proceso artístico en sí mismo. Como tal, revela aspectos ocultos de nuestro entorno, en este caso, el sistema de vigilancia digital. Pone de manifiesto las tensiones entre la tecnología de vigilancia y la privacidad.
Utilizando el encuadre, la composición y el tratamiento de imágenes, los fotógrafos crean imágenes impactantes que muestran los retos de la vigilancia digital. Jugando con la perspectiva, el color, la textura y el contraste, ponen de relieve el impacto visual de estas tecnologías de vigilancia en nuestro entorno urbano. Al mismo tiempo, la fotografía es una herramienta para la reflexión filosófica sobre nuestra relación entre tecnología y privacidad. Los fotógrafos estimulan nuestra atención sobre las implicaciones éticas de la vigilancia digital y cómo puede amenazar nuestra intimidad y nuestras libertades. Al fotografiar las herramientas de la vigilancia digital, así como las huellas digitales que dejamos, nos desafían a reflexionar sobre los límites de la vigilancia en una sociedad libre y democrática.
En el acto del Museo Internacional de la Cruz Roja, Peter van Atgmael habló de su trabajo en Medellín, una ciudad con un largo historial de violencia relacionada con el narcotráfico. En esta metrópoli, no sólo la policía, sino también los propios cárteles han establecido un sistema de vigilancia muy potente. Pero las generaciones más jóvenes también están utilizando estas tecnologías para navegar por el espacio urbano de forma más segura mediante la creación de aplicaciones que les ayudan a controlar las zonas que son más seguras que otras. Así que la tecnología y la vigilancia funcionan de muchas maneras mostrando aspectos tanto positivos como negativos: la policía, los cárteles y los jóvenes utilizan la tecnología para sus propios fines. La vigilancia es una herramienta de control, pero en manos de los jóvenes de Medellín permite el surgimiento de una comunidad y sirve de nexo entre barrios.
En su trabajo, Peter ha documentado tanto la vigilancia formal como la informal. Formal, porque la red de cámaras de seguridad, estatales y privadas, cubre casi cada centímetro de la ciudad. En las fotografías de van Atgmael, bancos de pantallas bordean las calles de la ciudad. La selección del emplazamiento de las cámaras indica una jerarquía de seguridad que se corresponde con la demografía de la ciudad: pantallas de detenciones, fotografías de patrullas policiales e imágenes repetidas de cámaras. La vigilancia informal, por otra parte, se encuentra en los barrios dirigidos por bandas: niños que actúan como vigías de los diversos clanes que dominan los mercados negro y de la droga.
Observando estos tres círculos de vigilancia, Peter Van Atgmael, aunque acostumbrado a las zonas de guerra de Irak y Afganistán, afirma que "nunca había estado en un lugar donde se sintiera tan constantemente vigilado como en Medellín". Las diferentes capas de vigilancia, desde la tecnología, las bandas, las fuerzas del orden y los ciudadanos de a pie, forman una omnipresencia de la vigilancia. Cada uno de estos actores privados o públicos afirma, de forma muy interesante, que estos dispositivos permiten mejorar la seguridad. Al final, las fotografías ilustran perfectamente las cuestiones planteadas por Edgelands: ¿quién vigila a quién y según qué normas? ¿Quién gestiona estos datos y cómo se utilizan?
Otro enfoque con Thomas Dworzak en Ginebra. Menos colorida, menos exótica, la realidad de Ginebra no facilita la documentación de los retos de la seguridad/inseguridad digital en esta ciudad donde, aparentemente, la ciberdelincuencia no ocupa los titulares y no preocupa a mucha gente. Thomas eligió precisamente para empezar un escenario de "postal". De forma muy literal, muestra la ciudad al final del lago como un remanso de paz donde nada perturba la aparente calma. Se muestran todos los tópicos de la ciudad, del pasado al presente, de la meca cultural europea a la ciudad mundial de hoy, sede de las Naciones Unidas en Europa y de multitud de organizaciones internacionales.
En una segunda etapa, Thomas introduce la "huella digital", esas sombras digitales que van transformando poco a poco esta Ginebra de postal. Eligiendo seguir la vida cotidiana de varios ginebrinos, describe cada una de las huellas digitales de estos ciudadanos confrontados en todo momento a una vigilancia digital. Una demostración imparable de la revolución tecnológica que se cuela en todos nuestros actos, desde la cámara de vigilancia en los transportes públicos hasta el uso de las redes sociales, desde la interacción informática con nuestras instituciones hasta nuestras compras en la web.
Por último, con la ayuda de los colaboradores de Edgelands, Thomas buscó en la red los lugares de almacenamiento de los datos digitales dejados aquí y allá por los habitantes de Ginebra. Primero llamando a los propietarios de las cámaras de vigilancia (¡sin mucho éxito!) y después realizando una investigación en la red para identificar con más o menos certeza el almacenamiento de estos datos en la nube y localizar servidores en Suiza, Irlanda, Alemania u otros lugares. Con capturas de pantalla, termina su proyecto fotográfico mostrando las naves industriales donde ahora se almacenan nuestros datos digitales. Como broche final, hace fotografiar estos hangares y los envía como postales a los ginebrinos que participaron en su encuesta sobre la "huella digital": ¡vean, parece decir, dónde está almacenado su doble digital!
Por último, la investigación fotográfica de Thomas Dworzak pone de relieve de manera espectacular la implantación discreta y silenciosa de la "sociedad de la vigilancia" en Ginebra y, sobre todo, la falta de transparencia sobre la recolección y el almacenamiento de nuestros datos digitales recogidos a diario. Estas observaciones son esenciales para crear un debate ciudadano sobre lo que está en juego con la implantación de estas tecnologías tan cruciales para nuestro futuro.
Como ha demostrado esta reunión en torno a los primeros trabajos de Magnum, la fotografía es claramente un medio artístico para sensibilizar al público sobre cuestiones de vigilancia digital y privacidad. Al documentar los efectos de estas tecnologías en nuestro entorno urbano, estas imágenes contribuyen a suscitar debates públicos sobre la ética de la vigilancia digital y sobre cómo podemos utilizar la tecnología para mejorar nuestras vidas sin sacrificar nuestra privacidad y libertad.